Sobre becas y externalidades

FOTO: VICTORIA VALTIERRA/CUARTOSCURO.COM

Amplio debate generó la jefa de Gobierno de Ciudad de México hace unos días. Claudia Sheinbaum expresó en un hilo de tuits que se había creado la beca universal del bienestar para niños y niñas, además de otro programa anual, sugiriendo que estos programas sustituían becas que se habían otorgado en otras administraciones para niños “talento” (así lo expresaba la jefa de Gobierno) que solo generaban desigualdades. Al instante, los tuits generaron una enorme cantidad de respuestas y debate en redes sociales.

Como con cualquier conversación reciente la polarización prevaleció sobre el análisis o la mesura. Comentarios profundamente en contra de la medida —la mayoría con argumentos sin evidencia como que esta política fomentaría la mediocridad e incluso la holgazanería— no se hicieron esperar. Tampoco lo hicieron los comentarios a favor del programa. Seguramente ese era el objetivo. Estar en la conversación, provocar conversación. Que se hablara de los programas, pero también que se hablara de la jefa de Gobierno, quien está buscando una candidatura presidencial.

Los beneficios de contar con más y mejor educación no solo los captura el estudiante. Al aumentar los años de estudio y mejorar la calidad de la educación se generan diversas externalidades positivas por lo que la sociedad en conjunto se beneficia de contar con población mejor educada. La población en México tiene 8.8 años de escolaridad promedio. Países como Noruega, Dinamarca y Suiza, que ocupan los tres primeros lugares en el Índice de Competitividad del IMCO, tienen una escolaridad de 12.9, 12.6 y 13.4 años, respectivamente.

Sabemos que más que los años de estudio lo que importa es la calidad. Si usamos como proxy de calidad los datos que la prueba PISA proporciona sabemos que México tiene una calificación de 414.6 puntos (puntaje entre 0 y 1000). Noruega, Dinamarca y Suiza tienen puntajes de 500.2, 505.3 y 499.6. Importa la cantidad, pero es la calidad lo que hace la diferencia.

El sistema educativo tiene el potencial de ser un gran igualador de oportunidades, pero sabemos que también puede perpetuar las diferencias existentes en una sociedad. Es ahí donde son necesarias las intervenciones de política pública.

De igual manera, se sabe que las condiciones de donde parten los estudiantes, en particular los más pequeños, son fundamentales para impulsar o detener el aprovechamiento educativo. La alimentación, las horas de sueño, el apoyo en casa, entre otros factores, inciden en el desempeño. Es evidente que, en un país con amplias desigualdades, tanto de ingreso como de oportunidades, como México, las condiciones de los pequeños que inician su vida escolar son profundamente distintas.

Programas de alimentación en las escuelas públicas bien diseñados, evaluaciones médicas anuales, programas de vacunación, horarios ampliados para apoyo remedial o actividades extracurriculares son solo algunas de las intervenciones que suelen funcionar para emparejar el piso con el que inician los niños su vida escolar.

Cuando hablamos de becas, el término se refiere de manera general a pagos o contribuciones que se otorgan específicamente para realizar estudios o investigaciones.

El programa Beca Bienestar para las Familias de Educación Básica consiste en una transferencia bimestral que se entrega a familias en condición de pobreza que tengan integrantes menores de 15 años inscritos en escuelas públicas en preescolar, primaria o secundaria. La transferencia de 800 pesos mensuales se entrega durante los 10 meses que dura el ciclo escolar a alguno de los padres en una tarjeta bancaria.

En Ciudad de México existe además el programa Mi Beca Para Empezar en el que se otorga a los estudiantes de preescolar 400 pesos mensuales, y a los de primaria y secundaria 435 pesos al mes. Los recursos se depositan en una tarjeta que puede usarse en varios comercios.

En estricto sentido, no son becas, son transferencias gubernamentales. Cada familia decidirá, conforme a sus necesidades y deseos, en qué utiliza los recursos. Es ahí donde la discusión se hace más interesante porque si el objetivo del programa (como señala la página de Mi Beca Para Empezar) es “erradicar la deserción escolar, arraigando a las y los estudiantes de educación básica de los niveles preescolar, primaria y secundaria mejorando el aprovechamiento académico y fortaleciendo el sistema educativo público de Ciudad de México” es probable que un programa de transferencias no condicionadas no lo alcance.

Para lograr un mejor país necesitamos tener un piso más parejo, mejorar las oportunidades de inicio de la población y dar las herramientas para que cada persona desarrolle su talento tanto como le sea posible. En ese sentido, mejorar el sistema educativo e impulsar el aprovechamiento escolar es urgente.

Los programas de transferencias funcionan como complemento al ingreso de las familias y son fundamentales para millones de familias. Eso no significa, sin embargo, que a través de esas transferencias se mejore el aprovechamiento académico (o la salud o la alimentación para el caso) porque para ello sería necesario diseñar una transferencia condicionada y focalizada. También, como es evidente, podría mejorar la calidad de las escuelas y de la educación en sí misma utilizando los mismos recursos (4.400 millones de pesos en 2021 en Mi Beca para Empezar).

La jefa de Gobierno ha desatado una discusión no solo interesante sino muy pertinente. Qué debemos hacer sociedad y gobierno para impulsar la mejora en la educación de todas y todos los niños, transferencias y becas incluidas. ¿Habrá debate al respecto más allá de las redes sociales y lo que se diga será considerado? Ojalá que sí, ojalá también que el tema sea verdaderamente la educación infantil y no el uso electoral de un programa de transferencias.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en El País.

06-01-2022