¿Qué tipo de economía quiere ser México?

FOTO: ISAAC ESQUIVEL /CUARTOSCURO.COM

Al inicio de septiembre asistí a un seminario para discutir y plantear, junto con personalidades internacionales de salud pública, principios para la medición de seguridad de los pacientes. Más allá de la experiencia tan enriquecedora, este evento me hizo pensar en la importancia de las mediciones y su interpretación objetiva.

Algo que se mencionó mucho, y con lo cual concuerdo, es que las mediciones, o los indicadores, deben ser solo una herramienta dentro de un proceso de mejora continua. Si los indicadores no ayudan para identificar fallas o dar seguimiento a los avances, entonces no sirven. No es una cuestión ideológica, y si se ha malinterpretado como tal, las organizaciones que trabajamos con números tenemos una gran oportunidad para transmitir su valor y utilidad.

Esta conceptualización resulta relevante ante las declaraciones recientes del presidente Andrés Manuel López Obrador con respecto al crecimiento y el desarrollo.
"A mí me importa que el crecimiento vaya acompañado del bienestar; son concepciones distintas, tenemos visiones opuestas. Me importa saber que la gente tiene para ir a comprar a la tienda, para comprar sus alimentos”, dijo el presidente en la conferencia matutina del 29 de agosto de 2019.

Analicemos esta frase en dos partes. Primero, tiene sentido que un presidente que ha puesto el dedo en una llaga muy dolorosa para México, como la pobreza y la desigualdad, favorezca el desarrollo económico sobre el crecimiento per se.

Segundo, es difícil interpretar exactamente a qué se refiere el presidente con “bienestar” o “desarrollo”. Sin embargo, por su postura en diversas declaraciones, es probable que lo entienda como mayor ingreso a nivel individual (con lo que la gente podrá ir a comprar alimentos). Sin embargo, esto es solo un componente dentro de todo lo que implica el desarrollo económico.

El desarrollo económico también incluye una mejor distribución del ingreso, acceso al sistema de justicia, servicios de educación de alta calidad, mejores viviendas y entornos, seguridad social que incluya servicios de salud y fondos para el retiro.

Quienes omiten la importancia del crecimiento, y siguiendo la teoría de Kate Raworth , podrían pensar que el objetivo de cualquier economía sana y próspera debería ser lograr que todos los habitantes cubran esas necesidades básicas.

Es probable que las autoridades mexicanas estén de acuerdo con esta postura. Sin embargo, más allá de desestimar la cifra de crecimiento económico y contar un par de historias, nos deberían mostrar indicadores que expongan los avances en las diferentes dimensiones en donde se ha trabajado, y que con base en ello se planteen acciones posteriores.

En contraste, hoy vemos una política social centrada en la repartición de transferencias monetarias que compensan el ingreso de los beneficiarios en el corto plazo, pero no cambian su realidad en el futuro. Por ejemplo, varias madres trabajadoras de bajos ingresos tendrán que dejar su empleo a falta de estancias accesibles o personas con discapacidad encontrarán mayores barreras para moverse en su ciudad, obtener servicios públicos o trabajar ante de la falta de una instancia pública que luche por sus derechos.

Por el lado del proyecto de presupuesto para 2020 , vemos que para la función “Combustibles y Energía” se solicitó un 11% más en términos nominales en comparación con el presupuesto de 2019 mientras que el aumento para la función “Salud” fue del 6% y para “Educación” del 4%.

Por su parte, se espera recortar el presupuesto de la función “Vivienda y Servicios a la Comunidad” en 0.5% y el de “Protección al ambiente” en 23%. Difícilmente estas cifras se alinean al objetivo de que la población cubra sus necesidades básicas.

Por eso, mi pregunta es ¿qué tipo de economía quiere ser México? Quisiera ser un caso de éxito como Corea del Sur, Malasia, Indonesia, Taiwán o China en donde el crecimiento basado en exportaciones se acompañó de fuertes esfuerzos en educación, salud y reformas sociales, o prefiere ser una economía anclada en el pasado, dispuesta a acabar con el medio ambiente, y donde no se pueda comprobar que las personas tienen mayor acceso a sus derechos básicos.

Publicado por Expansión
19-09-2019