La revista Foreign Policy la definió como una de las 100 mentes más influyentes del planeta. Tiempo antes de terminar su doctorado, ya tenía ofertas de trabajo en las mejores universidades del mundo. Ha ganado todas las medallas y honores con los que puede soñar un economista menor de 40 años. El Premio Nobel parece sólo una cuestión de tiempo. Tiene 38 años, es de origen francés y se llama Esther Duflo. Esta semana, la primera dama de la ciencia económica visitó México para atender un seminario del Instituto Nacional de Salud Pública y su presencia pasó desapercibida por líderes políticos y medios de comunicación.
Duflo es una revolucionaria que lucha por la causa de los pobres. Sin embargo, sus métodos han resultado mucho más eficaces que los empeños de Lenin, el Che Guevara y Emiliano Zapata. Un solo estudio de Duflo ha hecho más por los pobres del planeta que las obras completas de Carlos Marx. Esta profesora del MIT tiene dos armas poderosas para cambiar al mundo: preguntas y evidencias. ¿Cuál es la mejor forma de asegurar que una madre llevará a sus hijos a vacunar en una remota aldea de la India? ¿Qué incentivos permiten que un niño africano termine la primaria? ¿Cómo se deben gastar 100 dólares para tener el mayor impacto en la vida de más gente?
Para responder este tipo de dudas, Duflo y su equipo del MIT hacen complicados experimentos que develan cuáles son las estrategias que tienen una mayor incidencia en la vida de 2 mil millones de personas que viven con menos de 2 dólares al día. La teoría de la economía experimental está basada en los métodos de investigación de la ciencia médica y la industria farmacéutica. En el siglo XVIII, el médico escocés James Lind dividió a 12 marineros con escorbuto, en seis grupos de dos personas. A cada par de enfermos le dio un remedio distinto para curar su enfermedad. Los dos marineros que recibieron diariamente dos naranjas y un limón recuperaron su salud en menos de una semana. Así se descubrió la cura del escorbuto y nacieron las pruebas clínicas con grupos de control. Los 10 marineros que recibieron los falsos remedios, o placebos, formaron los grupos de control.
El Laboratorio de Acciones contra la Pobreza (Poverty Action Lab) del MIT ha realizado cerca de 269 experimentos sociales con grupos de control. El trabajo de Duflo ha cuestionado supuestos cuasi-religiosos de la ciencia económica. ¿Los microcréditos son un buen mecanismo para reducir la pobreza? En Hyderabad, India, Duflo comparó los patrones de consumo en 52 vecindarios que sí recibieron microcréditos, contra otras 52 colonias que no recibieron préstamos. El resultado fue que los microcréditos no son un milagro contra la pobreza: hay personas que abren un modesto negocio, pero otras se compran una televisión o una vajilla. Los microcréditos no aumentaron el consumo promedio de las personas, uno de los indicadores clave de reducción de pobreza. Esto no implica que los microcréditos sean malos, sólo que sus virtudes han sido exageradas.
Sin este tipo de experimentos, para Duflo, la política contra la pobreza es como aquellos médicos medievales que aplicaban sanguijuelas para desangrar a sus pacientes. Unos se morían y otros no, pero nadie podía explicar el efecto del tratamiento. La principal fortaleza intelectual de Duflo es que no tiene un prejuicio u opinión formada sobre las políticas que va analizar. “Mi única opinión es que las evaluaciones son necesarias”, le dijo a la revista New Yorker en mayo del 2010. “El idealismo debe ser superado por un enfoque práctico”. Las evaluaciones de impacto buscan gastar mejor el dinero público, en un horizonte de recursos limitados. Estos métodos de análisis sirven para evaluar resultados de cualquier política de gobierno con objetivos claros. ¿Qué pasaría si aplicáramos en México los experimentos de Duflo para medir el éxito de los subsidios al campo o la estrategia de combate a las drogas? Por cierto, el chiste del experimento depende de no tener opiniones preconcebidas.