¿Nos debería de preocupar el 'burnout' en mujeres?

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La pandemia ha sido brutal para las trabajadoras y es probable que la cascada de sus efectos continúe en el largo plazo. Lo que empezó en abril 2020 como una crisis laboral , con casi 6 millones de mexicanas que se quedaron sin trabajo, hoy se ha convertido en una crisis un poco más sutil plagada de incertidumbre y riesgos para la salud mental que amenazan la calidad de vida y la competitividad.

El micrositio #MujerEnLaEconomía del IMCO muestra que en diciembre 2021 la tasa de participación económica de mujeres prácticamente ha regresado al nivel prepandemia, con 44.6% de las mujeres de 15 años o más que tienen trabajo o buscan uno. Sin embargo, este indicador oculta mayores niveles de subocupación e informalidad que reflejan un deterioro en las condiciones laborales.

Por otro lado, en palabras de Jonathán Torres se ha experimentado un “alarmante crecimiento del burnout”, también conocido como estrés laboral crónico. Tanto hombres como mujeres pueden padecer este tipo de agotamiento. No obstante, este fenómeno tiende a afectar de forma desproporcionada a las mujeres por las responsabilidades que tenemos a nivel personal.

Una mujer que trabaja en la economía remunerada de tiempo completo dedica, en promedio, 25.7 horas a la semana al trabajo doméstico, cifra que dividida entre los siete días de la semana equivale casi a tener otro empleo de medio tiempo, ¡pero sin pago!

El desbalance de tareas no remuneradas sumado a un contexto económico adverso explica por qué muchas mujeres han regresado al mercado laboral bajo esquemas más flexibles o permanecen en sus empleos, pero con un desgaste emocional mayor.

Una encuesta aplicada por la empresa Qualtrics entre agosto y septiembre 2021 a casi 14,000 colaboradores de 27 países, incluido México, las mujeres tienen una menor intención de permanecer en sus empleos que los hombres (63% contra 67%). Destaca, además, que mientras la intención de las colaboradoras individuales disminuyó 7 puntos porcentuales desde el levantamiento de 2020, aquella reportada por las lideresas de mayor rango cayó 21 puntos porcentuales (pasó de 87% a 66%). ¿Por qué?

Mi hipótesis apunta a que los trabajos de mayor jerarquía requieren una mayor inversión de tiempo y competencia, los cuales son más difíciles de balancear para las mujeres en un entorno de pandemia que es incierto y requiere más tareas en casa.

¿Nos debería de preocupar esta tendencia en México? La respuesta es sí, al menos por dos razones.

La primera es que, más allá de los efectos en la calidad de vida que tiene el burnout, esta tendencia podría elevar los costos de rotación de personal de las empresas. En ese sentido, para retener al talento y consolidar una plantilla laboral diversa e incluyente será cada vez más importante contar con políticas de integración vida-trabajo que den respuesta a las necesidades personales de las y los colaboradores.

La segunda razón es que las mujeres en los puestos más altos podrían ser determinantes para transformar el ambiente laboral. De acuerdo con el estudio Women in the Workplace 2021 de McKinsey , las lideresas en Estados Unidos invierten más tiempo que sus pares hombres en administrar las cargas de trabajo de sus equipos y son 60% más propensas a proveer apoyo emocional. Características que son clave para manejar las señales de agotamiento, ansiedad y depresión que van en aumento.

Este panorama se ve complicado. Sin embargo, podría ser una ventana de oportunidad para lograr que los empleos sean más flexibles y se orienten a resultados, sin comprometer el bienestar emocional de las colaboradoras. ¿Aprovecharán las empresas esta oportunidad?

Publicado en Expansión.

31-01-2022