La inflación anual al consumidor (según el INPC del Inegi) a febrero de 2021 estaba en 3.8%. Eso significa que si los precios siguen con la tendencia que tienen, podemos esperar que al final del año la inflación sea de 3.8%. Hasta aquí, qué felicidad. Inflación estable, entorno estable. Viva, Banco de México.
Pero hay algo raro por ahí. La inflación en México proviene de cambios reales en los precios de ciertos productos. Hay dos cifras de inflación que deberían preocuparnos. Una, la inflación de los precios que enfrentan los productores, sin incluir petróleo: La cifra anualizada es 7.3%, cerca del doble de la inflación al consumidor. Dos, la inflación de la canasta de consumo mínimo; 4.6%, 20% por encima de la inflación general. Redondeamos las cifras a un decimal, para facilidad de lectura. Quizá en las importaciones de México está la respuesta.
Según el Servicio de Agricultura Extranjera (FAS) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, México importa 9.17% del maíz excedente disponible a nivel global. Somos el segundo importador más grande de maíz del mundo. Nos supera China. Ellos importan 24 millones de toneladas métricas, nosotros 16.5 millones.
También, de acuerdo con el reporte del FAS, la importación de maíz y otros granos desde México se ha ralentizado en los últimos tres años. Se ha quedado constante en alrededor de 16.5 millones de toneladas. Mientras tanto, la producción mexicana de maíz forrajero, según el Servicio de Información Agropecuario y Pesquero, ha dado brincos. No somos especialmente buenos para producir maíz en gran volumen; no usamos semillas biotecnológicas, no tenemos riego en toda la superficie, y la productividad por hectárea es muy baja; alrededor de 3 toneladas por hectárea en promedio, y en la hectárea típica, entre 1 y 2 toneladas. Por azares del clima, la producción de maíz tuvo un incremento importante entre 2017 y 18. De 16.7 millones de toneladas producidas en 2017, subió a 17.4 al año siguiente. Sin embargo, los años 2019 y 2020 no fueron tan buenos: 15.6 MT en el año 2019 y 16.8 en 2020. Por eso importamos maíz. Nuestra producción es volátil, si confiamos solamente en lo que producimos, los precios internos serían muy volátiles.
Ningún país puede producir todo lo que consume. Sería muy costoso, complicado y caro. La razón por la cual los seres humanos comerciamos es porque así nos beneficiamos de la especialización económica. Claro, uno puede construir su propio coche, hacer su propia ropa, cultivar su propia comida, darse sus propios servicios médicos, educar a sus propios hijos. Seguramente no lo va a hacer tan bien como los profesionales en cada uno de esos temas. Todo lo producido va a ser más caro que comprándolo con los especialistas. La calidad seguramente dejará mucho que desear. Si es así para un pueblo o una ciudad, lo es también a escala global.
La razón por la cual firmamos el TLCAN y el TMEC con los Estados Unidos y Canadá, y luego otras 4 decenas y media casi de tratados, es para importar las cosas que no producimos, o para importar cosas que producimos pero que tienen calidades, precios y características diferentes en el mercado global.
Hasta nuestras enfermedades cambiaron después de que decidimos abrir el comercio agrícola. Antes éramos desnutridos y teníamos carencias de proteínas animales; hoy estamos obesos, lo cual es un cuete, pero también es un problema de gente relativamente rica. No debemos regresarnos a la pobreza en aras de la igualdad, o de la seguridad alimentaria, o de los caprichos de las arenas políticas. El bienestar de los mexicanos no debe estar a discusión, y el comercio libre nos ha traído mucho bienestar.
La semana pasada la Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR), presidido por la embajadora Tai de ese país, presentó el reporte del comercio de ese país para el año 2021. En la página 353, vienen todas sus preocupaciones del USTR con respecto al comercio con México. Ojalá el gobierno lo lea. Las importaciones desde Estados Unidos han sido una fuente de bienestar y competencia para México, y es importante que continúen.