Mujeres en la economía

El 9 de marzo de 2020, México vivió un día sin mujeres. La ausencia de más de 22 millones de mexicanas en las calles, las escuelas y los trabajos reflejó la indignación de vivir en un país donde no existen las condiciones para ser libres y sentirnos seguras.

Hoy, ya no se trata de cuestionar si las mujeres pueden participar en la vida económica, social y política del país. Se trata de generar las condiciones para que la decisión de hacerlo -o no- le pertenezca a ellas.

Es importante enfatizar la palabra decisión. Obtener un trabajo, un ingreso propio y contar con igualdad de oportunidades para desarrollarse en el mismo, debe ser una decisión propia.

Las mexicanas destinan más del doble del tiempo que los hombres al trabajo no remunerado. Mientras que ellas dedican, en promedio, 50 horas a la semana a actividades de limpieza, preparación de alimentos y cuidado de hijos, hijas y familiares, los hombres dedican solo 19.6 horas.

Dedicar gran parte del tiempo a estas actividades y que, a su vez, sea la principal razón por la que más de 20 millones de mexicanas no están económicamente activas, genera restricciones: de tiempo y de oportunidad. Participar en el mercado laboral depende, en buena medida, de contar con estos dos elementos.

La participación económica de las mexicanas aún está lejos de ser óptima. Hasta 2019, 45 de cada 100 mujeres tenía un trabajo o estaba en búsqueda de uno. Con la pandemia, esta cifra disminuyó hasta ser igual a la de 2005 (41%), lo que significa retroceder 15 años y perder toda una generación de talento.

Esto, sin duda, refleja uno de los mayores desafíos para México: la atracción de más mujeres a la economía. Pero no es el único. Una vez dentro del mercado laboral, las mujeres enfrentan barreras para su permanencia y crecimiento. ¿Por qué? El piso no es parejo.

¿Qué pasaría si en México esto cambiara? Es decir, ¿cómo se vería un país con un mayor número de mujeres con autonomía económica? La respuesta es mejor, mucho mejor.

Un análisis del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estima que, para 2030, el PIB podría ser 15% mayor si el gobierno y el sector privado implementan acciones para sumar a 8.2 millones de mujeres a la economía. Esto significa un crecimiento para el país, pero, sobre todo, se traduce en mayor ingreso para las familias y beneficios para las mujeres.

Lograrlo no es tarea fácil. Implica reducir las barreras estructurales y cambiar actitudes sociales, de tal manera que la distribución del tiempo dedicado a las actividades económicas y no económicas, como el trabajo del hogar y de cuidado, beneficie tanto a las mujeres como a los hombres.

Además, el papel del gobierno y el sector privado es fundamental, primero porque requiere que implementen acciones claras. El espectro es enorme: horarios flexibles, igualdad salarial, licencias parentales y protección del empleo son solo algunas opciones. Segundo, pero no menos importante, porque el valor económico y social de contar con más mujeres nos beneficia a todas y todos.

Hace un año, el paro nacional visibilizó la importancia de centrar la discusión en la vida de las mexicanas y los costos de quedarse de brazos cruzados. Poco después, la pandemia confirmó que los empleos de las mujeres son más vulnerables, lo que pone en riesgo su libertad económica.

México pierde por cada mujer que quiere entrar, permanecer y crecer en el mercado laboral y no cuenta con condiciones para hacerlo. Ahora más que nunca, es momento de buscar la respuesta al cómo sí sumar a más mujeres.

Publicado por Cultura Colectiva
05-03-2021