Los roles de género en la brecha salarial

FOTO: MARIO JASSO /CUARTOSCURO.COM

El sábado pasado se conmemoró el Día Internacional de la Igualdad Salarial por segundo año consecutivo. La Asamblea General de las Naciones Unidas instauró este día con el fin de alcanzar el quinto objetivo de desarrollo sostenible: lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas para el año 2030. El derecho a recibir el mismo salario por un trabajo con el mismo valor es parte del camino que hay que recorrer para lograrlo. En México, el reto está en entender por qué la brecha salarial permanece, y por qué cerrarla va más allá de legislar.

En el país, 45 de cada 100 mujeres de 15 años o más son económicamente activas, mientras que 78 de cada 100 hombres lo son. Eso quiere decir que en 2019 la tasa de participación laboral de los hombres fue 1.7 veces mayor que la de las mujeres. A pesar de los esfuerzos por incluir a más mujeres al mercado laboral, nuestro país ocupa el lugar 38 de 43 en este indicador dentro del Índice de Competitividad Internacional 2021 (ICI) publicado recientemente por el IMCO.

La brecha salarial de género es una de las explicaciones de la subrepresentación de mujeres en el mercado laboral. En México esta brecha es de 13%, es decir, por cada 100 pesos que recibe un hombre en promedio por su trabajo al mes, una mujer recibe 87. Una de las principales causas  de la brecha salarial reside en los roles de género tradicionales: las mujeres invierten 2.6 veces más tiempo que los hombres en tareas de cuidado no remuneradas. A falta de tiempo y opciones de empleo formal flexible, la mayoría de las mujeres buscan trabajar bajo contratos de medio tiempo, por honorarios, o busca autoemplearse o emprender, lo cual castiga sus ingresos significativamente.

Así, puede observarse que las mujeres componen la mayor parte de la economía informal, 55% de ellas está empleada en la informalidad en comparación con 50% de hombres. Esto, además de perjudicar sus ingresos, implica que no tienen acceso a protección social ni a servicios de salud.

Las familias tienden a sacrificar el salario más bajo para atender roles de cuidado y tareas del hogar, que por lo general resulta ser el de la mujer. Al querer reintegrarse a la economía remunerada, generalmente después de la maternidad, e incluso en el sector formal, las mujeres enfrentan una penalización en el sueldo debido a su ausencia en el ámbito profesional. Aquí, la brecha salarial se convierte en una barrera para que más mujeres entren, se desarrollen, y permanezcan dentro del mercado laboral.

No es coincidencia que países que ocupan los primeros lugares en el ICI también cuenten con mayor participación de mujeres en su economía, como Noruega (60.6%) o Dinamarca (63.6%), y que a su vez registran brechas salariales de género tan bajas cercanas al 5%. Hay que voltear a ver qué están haciendo otros países para cerrar las brechas salariales de género y promover mejores prácticas de integración vida-trabajo. En Dinamarca, por ejemplo, se otorgan 52 semanas de licencia parental remunerada compartida, política que se acompaña con un sistema nacional de guardería subsidiada.

En México es importante que se retome la discusión del dictamen en materia de igualdad salarial que está pendiente de aprobación en la Cámara de Diputados que, a diferencia de otras iniciativas, busca reformar 13 leyes para eliminar prácticas discriminatorias que perpetúan la desigualdad de ingresos. Pero reformar la ley no provocará un incremento automático ni inmediato de la participación de las mujeres en la economía; las iniciativas de igualdad salarial deben acompañarse de políticas que resuelvan los obstáculos que existen dentro de las empresas e, incluso, dentro de los mismos hogares. Hacerlo nos conviene como país.

Publicado en Animal Político.

23-09-2021