¿Dónde estudian, en la Facultad de Ciencias Políticas o en la Facultad de Opiniones Políticas? Mi maestra de la UNAM Lourdes Quintanilla nos hacía esta pregunta a los afortunados alumnos que cursamos su materia. El cuestionamiento era una elegante ironía en contra del hábito de hacer análisis impermeables al dato duro y la evidencia. “Todos tenemos derecho a tener una opinión propia, pero no a tener nuestros propios hechos”. Este aforismo del legislador estadounidense Daniel Patrick Moynihan alude al mismo dilema de mi profesora en la Universidad.
A veces pareciera que la política es un oficio donde cada persona tiene derecho a sus propios datos y evidencias. El candidato a vicepresidente de Estados Unidos Paul Ryan argumentó que su estado natal estaba cubierto de nieve, por lo cual no era prioridad apoyar las estrategias que buscan frenar el calentamiento global. El aspirante republicano tiene razón. Durante una buena parte del año, el estado de Wisconsin parece una sucursal del Polo Norte, pero ¿este hecho es una evidencia relevante en torno a la crisis ambiental?
La revista Rolling Stone acaba de publicar un texto sobre las matemáticas del cambio climático. Los números que presenta el artículo deberían quitarle el sueño tanto a los esquimales como a los habitantes de la selva tropical. Julio pasado fue el julio más caliente en la historia de Estados Unidos. En junio se rompieron 3 mil 215 récords de alta temperatura en el mismo país. Esto fue precedido del mayo más caliente jamás registrado en el hemisferio norte y de 327 meses consecutivos en que la temperatura promedio del planeta supera el promedio del siglo XX. La probabilidad de que esta secuencia de meses calurosos suceda de pura casualidad es semejante a tirar 327 veces un volado y esperar que la moneda siempre caiga del mismo lado. La evidencia no sólo es matemática sino también narrativa. La primavera pasada en la Meca, en Arabia Saudita, las autoridades reportaron una lluvia, a pesar de que el termómetro marcaba 42 grados Celsius. Esta es la lluvia más calurosa jamás registrada en la vida de la Tierra. La semana pasada un barco con bandera china arribó al puerto de Reykjavik, en Noruega. El evento no tendría mayor notoriedad salvo por la inauguración de una nueva ruta de navegación. La embarcación cruzó regiones del Mar Ártico que, hasta hace unas semanas, siempre estaban cerradas por la presencia de icebergs y glaciares.
¿La nieve en Wisconsin o los datos del párrafo anterior? ¿Cuál debe ser la evidencia para tomar decisiones estratégicas entorno al cambio climático? La ultraderecha gringa no es la única corriente política que aspira a tener no sólo el patrimonio de sus opiniones, sino también la potestad sobre sus hechos. Andrés Manuel López Obrador tiene todo el derecho a impugnar la elección presidencial del 1o. de julio. Sin embargo, dada la relevancia de su controversia sería deseable darle cierta seriedad y rigor al proceso judicial.
Presentar chivos, gallinas y patos vivos no es prueba de nada, más que de la diversidad de la fauna agropecuaria. El testimonio de una persona que recibió un animal a cambio de su voto podría constituirse en una evidencia de la práctica clientelar y corrupta, de trocar un derecho por una prebenda. Estas aves y mamíferos sí demuestran que un sector de la clase política mexicana tiene comportamientos propios de una República bananera. Estamos hablando de la elección presidencial. Cincuenta millones de personas asistieron a votar y hay preocupaciones legítimas sobre el papel del dinero en todo el proceso electoral. Afirmar que se compraron 5 millones de votos y luego llegar con una granja de bestias con fe notarial resulta una frivolidad monumental. ¿Por qué prestarse a la mofa, cuando está en juego el prestigio de la izquierda y el destino de la República? Si se le hiciera caso a la sabiduría de mi profesora Quintanilla y del senador Moynihan, tendríamos un debate político basado en evidencia. Aún estamos lejos de ese puerto.