Gobierno Abierto

Para entender lo que Dios está pensando, debemos estudiar estadística porque esta es la manera de medir la intención de sus propósitos”. Florence Nightingale, la madre de la enfermería moderna, llegó a esta conclusión teológico-técnica con un acervo de dolorosa evidencia. Durante la Guerra de Crimea (1853-1856), Nightingale descubrió que más soldados fallecían de infecciones adquiridas en el hospital, que por heridas en el campo de batalla. Su acuciosa acumulación de datos le permitió demostrar que, aún en tiempos de paz, los militares británicos tenían una tasa de mortalidad del doble de los civiles. Sus números apuntaban hacia las pésimas condiciones de higiene de los hospitales militares. La evidencia convenció al gobierno británico sobre la urgencia de invertir recursos en mejorar la salubridad de las clínicas militares. Como consecuencia de las nuevas políticas de higiene, la tasa de mortalidad en instalaciones médicas del ejército británico cayó de 52 a 20%. Este es un ejemplo de una decisión de política pública basada en datos duros.

No estoy seguro de que la evidencia estadística sirva para leerle la mente a Dios, pero es un hecho que sí tiene un enorme potencial para salvar vidas. Ciento sesenta años después de que Florence Nightingale trabajaba para curar pacientes en los hospitales londinenses, la medicina británica dio un paso radical en la construcción y transparencia de bases de datos. Con el liderazgo de Tim Kelsey, el sistema de salud británico decidió recolectar y abrir la información sobre el desempeño individual de cirujanos de corazón. La exposición de los nombres de los médicos y sus resultados en la sala del quirófano redujo en 50% la mortalidad de pacientes. Para los cirujanos, la medida implica una presión monumental. Cada operación formará parte de una base de datos pública que podrán consultar sus futuros pacientes. Sin embargo, la construcción de evidencia y la transparencia de datos resulta un incentivo poderoso para reducir los casos de negligencia médica.

La semana pasada en Nueva York se llevó a cabo el lanzamiento oficial de la Alianza para el Gobierno Abierto (www.opengovpartnership.org). Esta iniciativa pretende catalizar una conversación global entre sociedades y gobiernos, para expandir las fronteras de transparencia bajo las que operan las autoridades y poderes públicos. Las nuevas herramientas tecnológicas ofrecen una cantidad de posibilidades que apenas podemos imaginar. La rendición de cuentas no sólo tiene relevancia en situaciones de vida o muerte como una cirugía de corazón, también puede tener un impacto transformador en nuestros actos más cotidianos. ¿Cuándo pasa el siguiente Metrobús que me lleva a mi trabajo?¿Cuánto cloro tiene el agua que sale de las llaves de mi cocina? Muchos países y ciudades del mundo ya tienen datos y políticas de transparencia que permiten responder estas preguntas.

En respeto a las circunstancias y soberanía de cada país, la Alianza para el Gobierno Abierto establece que cada nación debe determinar ciertos compromisos y proyectos para avanzar en la rendición de cuentas. Un grupo de organizaciones de la sociedad civil se encargará de acompañar el proceso, así como evaluar la ambición y el cumplimiento de las obligaciones asentadas en papel. El gobierno mexicano estableció una amplia gama de compromisos que van desde mayor rendición de cuentas de las escuelas públicas hasta hacer público el desempeño de proveedores privados de servicios de telecomunicaciones. El tiempo dirá si el cumplimiento de estas iniciativas ocurre en tiempo y forma.

La rendición de cuentas no es sólo un tema de eficiencia presupuestal para ahorrar pesos y centavos. El atributo más importante de un gobierno abierto es la capacidad de forjar un puente de confianza entre autoridades y gobernados. La confianza es la materia prima de la legitimidad, ese permiso que los ciudadanos otorgamos a nuestras autoridades y representantes electos para ejercer los símbolos y facultades que otorga el poder político.