Si camina como pato, grazna como pato y vuela como pato, muy probablemente el animal en cuestión sea un pato. Si das discursos como chalán, te comportas como chalán y formas acuerdos como chalán, muy probablemente seas un chalán. El secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, tiene enfrente el complejo desafío de demostrar que su función en el gabinete presidencial no implica una subordinación ante los intereses del sindicato magisterial y su lideresa Elba Esther Gordillo. Lujambio es el capitán de un barco sobre el cual no lleva el timón. En esa embarcación va el futuro de México.
“Aquí vive el Presidente, pero el que manda vive enfrente”. En los años del Maximato, de 1928 a 1934, los presidentes en turno habitaban el Castillo de Chapultepec y Plutarco Elías Calles vivía muy cerca de ahí, en una señorial residencia enfrente de lo que hoy es el Parque España. El maximato de Calles terminó cuando Lázaro Cárdenas decidió mandar al exilio a su poderoso vecino. El Jefe Máximo de la revolución mexicana escogió San Diego, California, como el domicilio de su destierro. Por casualidad, siete décadas después, la Jefa Máxima de la educación mexicana seleccionó esa misma ciudad como residencia en Estados Unidos. Elba Esther y Calles iniciaron su vida profesional en las lides educativas, pero resultaron mejores para la política que para la pedagogía. Ambos personajes fundaron partidos políticos con un marcado espíritu corporativista. Sin embargo, ahí terminan las coincidencias entre el General y la Maestra.
Una de las diferencias principales entre Calles y Elba Esther es que la Señora jamás ha enfrentado a un presidente con los pantalones suficientes para ponerle un freno a su poder. Carlos Salinas la coronó como emperatriz del magisterio. Ernesto Zedillo le mantuvo todas sus prebendas. Vicente Fox le ofreció cogobernar y Felipe Calderón le debe los votos para ganar el cargo. Hoy Alonso Lujambio, el valiente ex consejero del IFE y querido ex profesor del ITAM, tiene la infame tarea de disimular la asimétrica distribución del poder entre el SNTE y la SEP. Lujambio es a la Secretaría de Educación lo que, en 1930, Pascual Ortiz Rubio fue a la Presidencia República.
Desde hace tiempo, la organización Mexicanos Primero ha insistido con persistencia en que el Estado mexicano debe recuperar la rectoría del sistema educativo nacional. La razón de existir de un sindicato es la defensa de los derechos laborales de sus agremiados. El SNTE más que un sindicato es un factor de poder político y económico, que como actividad colateral negocia las condiciones contractuales de los maestros.
En el año 2011, el gobierno de Felipe Calderón tiene una coyuntura favorable para dar el primer paso que permita recuperar la soberanía sobre la educación pública. Esta oportunidad se la puso en charola de plata la Cámara de Diputados, en el artículo 9 del Presupuesto de Egresos para el año que viene. En la Gaceta Parlamentaria del 15 de noviembre pasado, se exige a la SEP y los gobiernos estatales hacer público el número y tipo de plazas docentes y administrativas, así como los nombres, CURP y RFC de las personas que los ocupan. En resumen, la Cámara de Diputados le pidió a la SEP que presente un padrón de maestros con información completa y verificable.
Si la SEP cumple cabalmente con la exigencia del Congreso, México tendrá finalmente una lista de las personas que laboran en el sistema educativo. Parece un avance elemental, pero es un brinco revolucionario. ¿Cómo premiar y reconocer a los mejores maestros del país si no sabemos quiénes son y en qué escuela trabajan? Este aumento en la transparencia, no afecta los derechos laborales de cientos de miles de maestros que diario laboran en las primarias y secundarias públicas del país. Sin embargo será un calambre para el régimen de opacidad que le da poder a la versión contemporánea y femenina de Plutarco Elías Calles.