El mercado laboral: una recuperación incompleta y desigual

FOTO: DEMIAN CHÁVEZ/CUARTOSCURO.COM

 A mi profesor y amigo Raymundo Campos,
por su apoyo cercano y riguroso durante los últimos tres años.

El 2021 se considera el año en que los países están recuperándose de la crisis económica. Uno de los indicios más importantes para evaluar cómo va esa recuperación en México debe ser el mercado de trabajo. Si comparamos la situación de las personas en edad de trabajar en el tercer trimestre de 2021 con la del mismo trimestre en el año anterior, hallaremos algunos avances, pero todavía falta un buen recorrido para llegar a donde estábamos antes de que iniciara la pandemia. Sobre todo, la recuperación de la crisis económica es dispareja y, por lo tanto, profundiza las desigualdades que ya existían.

En los siguientes párrafos presento algunos datos que nos muestran cómo ha evolucionado la composición del mercado de trabajo. Como se verá, los niveles de empleo todavía no se recuperan si los analizamos con cierto detalle. También dejo algunos datos sobre los ingresos que las personas reciben por su trabajo y por qué la inflación –que alcanzó su nivel más alto en dos décadas– está deteriorando la calidad de vida de las y los trabajadores.

Conviene recordar cómo se clasifican las personas en edad de trabajar –se cuentan los mayores de quince años de edad–, de acuerdo con el Inegi. Somos más de 98 millones de personas, divididas en un 59.4% que se considera población económicamente activa (PEA) y un 40.6% de población no económicamente activa (PNEA). La PEA se divide a su vez en población ocupada, un 95.8%, y desocupada, el 4.2% restante –es la que no tiene trabajo, pero está buscando uno–. En cambio, la PNEA no tiene ni busca trabajo, pero se compone de dos subgrupos: aquel que tomaría una oportunidad laboral si se presentara –por eso la llamamos disponible– y aquel que no está disponible, esto es, quienes no tomarían una oportunidad laboral.

Esta población disponible suma 7.8 millones de personas: no las podemos contar estrictamente como desempleadas, pero su situación es similar y, por eso, a veces se le llama “desempleo sombra” o “desempleo disfrazado”. Al sumar los 2.5 millones de trabajadores desocupados (de la PEA), resulta que hay más de 10 millones de personas que tomarían un trabajo, ya sea porque lo están buscando activamente o porque lo aceptarían si alguien se los ofreciera. El esquema 1 muestra estas cantidades.

Hay señales de la reactivación paulatina en el mercado de trabajo que podrían llamar al optimismo, pero deben leerse con cautela: según los datos del Inegi, desde el tercer trimestre de 2020 hasta el mismo de 2021, se han incorporado más de 1.7 millones de personas a la población en edad de trabajar y un poco más de 5 millones de personas han engrosado el número de la población ocupada, por lo que el saldo neto es que la tasa de desempleo ha bajado de 5.2% a 4.2%. Además, dentro de la PNEA, la población disponible se ha reducido en casi tres millones de personas, lo que disminuyó su porcentaje de 25.1% a 19.5%.

Otra tasa importante es la de subocupación, esto es, la población que está trabajando, pero tiene la necesidad de trabajar más: ahí también hay una mejoría en el último año porque pasó de 16.9% a 12.9% de la población ocupada.

Ahora, si bien la dirección apunta hacia la recuperación de la crisis económica, todavía hay terreno que cubrir para que la situación de las y los trabajadores se parezca a la que tenían antes de la pandemia. Si consideramos como “brecha laboral” a los que están desocupados, disponibles y subocupados, podemos construir lo que se observa en la Gráfica 1.

En el primer trimestre del año pasado, la brecha laboral era del 19.5% de la fuerza laboral potencial –la suma de la PEA y las personas disponibles–, para el tercero había subido a 34.4%, y al tercer trimestre de 2021 bajó, pero sólo a 26.4%: es decir, aún falta el 6.9% para que vuelva al nivel anterior.

Las proporciones de personas desocupadas y disponibles, que suman más de 10.2 millones de personas, nos revelan que todavía faltan muchos puestos de trabajo y las subocupadas –unos 7.2 millones de personas– indican que mucha gente sigue trabajando en condiciones precarias, porque necesitan trabajar más horas. Una pregunta compleja hacia el futuro próximo es si la subocupación se mantendrá elevada por más tiempo, pues es la que menos está cediendo durante la recuperación de la crisis económica.

Si descomponemos la gráfica anterior por sexo, obtenemos la Gráfica 2. Como se puede ver, la proporción de mujeres (23.9%) que necesitaban un trabajo o dedicar más horas al que tenían ya era mayor que la de los hombres (16.4%) durante el primer trimestre de 2020. Esa diferencia se amplió durante los confinamientos. Aunque ahora la diferencia entre ambos se acerca a sus niveles previos a la pandemia, siguen elevados: en el tercer trimestre de 2021 el 31% de las mujeres de la fuerza laboral potencial estaban en la brecha laboral, mientras que la proporción correspondiente a los hombres fue de 23.1%. Esto sucedió, principalmente, porque se incrementó de manera desproporcionada el porcentaje de mujeres disponibles y subocupadas, es decir, el desempleo disfrazado y la calidad del empleo existente, porque salieron de la PEA o necesitaban trabajar más horas.

Parafraseando a Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, a propósito de esta “brecha laboral”, si sólo tomamos en cuenta el desempleo tradicional, llegamos a la conclusión de que estamos cerca del “pleno empleo”. Pero si consideramos la brecha laboral vemos que, si bien hemos experimentado progreso en los últimos trimestres, todavía queda mucho terreno por recorrer; el exceso de la brecha laboral de mujeres está en poco más del 7% entre el primer trimestre de 2020 y el tercero de 2021, y para los hombres ese excedente es de 6.7%.

Quiero comentar todavía un punto más sobre la recuperación desigual en la composición del mercado de trabajo mexicano. De acuerdo con las estimaciones del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), al revisar las trayectorias de la población ocupada por escolaridad, resulta que el único grupo que en el tercer trimestre de 2021 superó el nivel que tenía antes de la pandemia es el de las personas con escolaridad media superior y superior, es decir, que estudiaron preparatoria o más. Las personas con secundaria están cerca, en un 98.8%, mientras que las personas con primaria incompleta o completa no han alcanzado ni siquiera el 95% del nivel prepandémico.

Los ingresos laborales tampoco se levantan

Hace unos días, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) presentó información sobre la pobreza laboral que incluye el tercer trimestre de 2021. Aunque hay un repunte en los ingresos obtenidos del trabajo, si los comparamos con la segunda mitad del 2020, el panorama no es animoso. El porcentaje de la población con un ingreso laboral menor al que se necesita para comprar la canasta alimentaria, es decir, en pobreza laboral, aumentó entre el segundo y el tercer trimestre de 2021: pasó de 39.9% a 40.7%; sigue entonces más de cuatro puntos porcentuales por encima del nivel que tenía en el primer trimestre de 2020 (ver Gráfica 4).

La explicación principal que da el Coneval se centra en el incremento de los precios del jitomate, la cebolla y la tortilla de maíz, entre otros productos de primera necesidad; es decir, el problema está más en el lado de la inflación que en el del ingreso.

Sin embargo, el problema es más grande todavía, desafortunadamente, y tiene que ver con la desigualdad que sigue haciéndose sentir. El Coneval presentó una evolución de los ingresos laborales por quintiles, es decir, ordenando a la población de menor a mayor ingreso y dividiéndola en cinco partes iguales. El resultado está en la Gráfica 5. Tras la caída de los ingresos entre el primer y el tercer trimestre de 2020, el único quintil cuyo ingreso es mayor en comparación con el que tenía antes de iniciar la pandemia es el quintil más alto (quienes se ubican en el 20% de mayores ingresos). El 80% restante sigue peor que antes de los confinamientos.

Antes de cerrar este breve análisis, quiero mencionar que la diferencia en el ingreso laboral promedio entre hombres y mujeres se ha cerrado ligeramente entre el primer trimestre de 2020 y el tercero de 2021, pero esto se debe más a la caída en el ingreso promedio de los varones, que se redujo 201 pesos en términos reales, mientras que el de las mujeres sólo incrementó 50 pesos en ese periodo.

Para que la sociedad prospere, se requiere que las y los trabajadores tengan oportunidades de empleo digno y salarios que alcancen para cubrir más que sus necesidades básicas. Si bien la crisis económica que sacudió al mundo entero nos deja ver que el mercado de trabajo estaba en una condición frágil, la recuperación tan incompleta y desigual nos señala, por un lado, que la respuesta de las diferentes instancias de gobierno fue insuficiente para amortiguar los impactos de la pandemia y, por el otro, que la dinámica del mercado de trabajo mexicano, en sí misma, no permite una verdadera inclusión social. Nuestro país todavía necesita políticas que fomenten y mejoren las condiciones del empleo y protejan a las personas de las vulnerabilidades que se encuentran a lo largo de su vida.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en Gatopardo.

30-11-2021