El invierno se aproxima

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Acostumbrados a inviernos más amigables que en otras latitudes, sorprende escuchar los noticieros europeos que no paran de informar sobre las compras masivas de leña, las temperaturas máximas a las que se calentarán los edificios públicos y los límites voluntarios —o no tanto— que se impondrán sobre el consumo energético en los meses más críticos del invierno; y es que el panorama energético en Europa se vislumbra complicado por la dependencia del combustible ruso.

En términos generales, Europa es bastante dependiente de los energéticos rusos. El gas no es la excepción. La dependencia varía entre países. Alemania —antes de la ocupación rusa de Ucrania— recibía 55% del gas que consumía de Rusia, ha disminuido su dependencia a 35% y ha dicho que dejará de importar gas ruso, pero mientras eso sucede las consecuencias económicas y políticas no se harán esperar.

La Unión Europea ha impuesto diversas sanciones económicas a Rusia. La mayoría de estas medidas limita el comercio en bienes específicos (tecnología, maquinaria, artículos de lujo, petróleo) pero otras pretenden sancionar a individuos en específico congelando sus activos. Rusia respondió limitando la cantidad de gas que le suministra a los países europeos. En el momento que Rusia anunció la primera restricción, los precios del gas subieron casi 10%, afectando desde luego a economías que dependen de su insumo y a las que no vía el incremento en el precio.

Nord Stream 1, el principal gasoducto que suministra el energético, corre cerca de 1,200 kilómetros por la costa rusa, empezando cerca de San Petersburgo hasta llegar al norte de Alemania. Tiene capacidad de enviar 170 millones de metros cúbicos de gas al día. El principal accionista de la empresa que maneja el gasoducto es Gazprom, empresa rusa controlada por el Estado. En junio, Gazprom disminuyó el suministro de gas en 75% y posteriormente, en julio, cerró el gasoducto por completo argumentando que era por la necesidad de darle mantenimiento. Cuando reabrió, el suministro era menor.

El miércoles pasado, Rusia volvió a cortar el suministro con el mismo pretexto, pero el flujo debía reanudarse el sábado por la mañana. Sin embargo, el viernes Gazprom anunció el cierre indefinido del gasoducto asegurando que hay fugas de aceite que hacen indispensable su mantenimiento. La empresa que manufactura las turbinas afectadas por la fuga señaló que ese tipo de incidentes no suelen afectar la operación de la misma y por lo mismo, no parece ser la razón verdadera atrás del cierre. Suena más a maniobra política.

Europa tratará de hacer frente a esta situación quemando más carbón y más leña, dejando de lado sus metas ambientales, pero más allá de eso, el freno a la actividad económica será palpable en una región que no se ha recuperado en su totalidad del choque de la pandemia. La inflación de la eurozona ronda 9%, pero en algunos países alcanza el doble dígito, por lo que el Banco Central Europeo seguirá una política monetaria aún más restrictiva, frenando las expectativas de crecimiento de la región.

No cabe duda de que las distorsiones ocasionadas por la pandemia no han hecho más que complicarse por la guerra de Rusia frente a Ucrania. A pesar de los más de 10 mil kilómetros que separan nuestro país de ese conflicto, no somos ajenos a sus implicaciones económicas. La inflación y nuestros bolsillos lo saben.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en El Universal.

06-09-2022