Educación en tiempos de crisis

FOTO: MARIO JASSO /CUARTOSCURO.COM

La semana pasada escribí en este espacio sobre las características que deben tener los trabajadores del futuro, a propósito del último reporte del Foro Económico Mundial. En esta ocasión, quiero profundizar en esa línea porque los trabajadores del futuro se forman con la educación de hoy.

Sin embargo, el sector educativo está enfrentando uno de los mayores desafíos de la historia de México y pareciera no considerarlo. Las clases presenciales están canceladas hasta que el semáforo epidemiológico esté en verde y las autoridades locales decidan que es el momento adecuado para reabrir las escuelas.

Alrededor de todo el mundo se han planteado preocupaciones sobre las clases a distancia. Primero, porque existe evidencia de que la interacción social juega un rol crítico en el aprendizaje y el desarrollo de las y los niños. Segundo, porque este modelo educativo está enfatizando las disparidades entre poblaciones.

Hasta el momento, mucho se ha hablado de las condiciones sanitarias necesarias para regresar a clases, pero poco se ha dicho sobre un plan para regularizar a las y los alumnos. Los niños y jóvenes llevan ocho meses tomando clases a distancia y es muy probable que esto se haya traducido en rezagos para la mayoría de ellos.

Desafortunadamente, y con miras al presupuesto que se estará discutiendo esta semana, el gasto programado para la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 2021 se espera que  tenga un crecimiento real de un 1% en comparación con el de 2020. Asimismo, se proyectan caídas en las aportaciones federales para educación que recibirán los estados y municipios.

Estos cambios sugieren que para las autoridades este reto no es tan importante en comparación con otros rubros (como energía), a pesar de que pudiera tener efectos trascendentales para la competitividad a largo plazo de los alumnos y del país.

De acuerdo con un artículo de The Economist, si los gobiernos fracasan en compensar este rezago, las nuevas generaciones de talento podrían reducir sus ingresos de por vida en 15 mil dólares (ajustados por paridad de poder adquisitivo). También el porcentaje de alumnos que reprueban en desempeño de lectura y matemáticas podría elevarse de un 53% a un 68%.

En lo personal me llaman la atención dos elementos que son cruciales en estos tiempos de crisis. Uno es la falta de inversión en programas que pudieran tener una incidencia en el desempeño académico, y por lo tanto podrían facilitar la elaboración de un plan para compensar el rezago de aprendizaje por el confinamiento. En específico, según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), se espera que el Programa para el Desarrollo Profesional Docente sufra un recorte real de casi 49%. ¿Cómo se preparará a los maestros para este desafío mayúsculo?

El otro es que las decisiones para el sector educativo carecen de una perspectiva de género. Un ejemplo es el riesgo de desaparición del Programa de Escuelas de Tiempo Completo, a través del cual se otorgan recursos para que algunas escuelas ofrezcan a los alumnos alimentos y más horas de formación. Un estudio encontró que una jornada extendida aumenta en 5% la participación laboral de las mujeres y mejora el desempeño de los beneficiados.

Otro ejemplo es que no se concibe a las escuelas como una forma de proteger a las niñas y adolescentes víctimas de violencia infantil. El Conapo estima que el confinamiento derive en más de 21 mil embarazos adolescentes. Este problema tiene impactos en múltiples dimensiones, entre ellos reduce drásticamente sus posibilidades para desempeñarse en el mercado laboral más adelante y las puede destinar a la pobreza.

Todas estas cifras son un llamado de urgencia a los legisladores para elevar el presupuesto del sector educativo. También es una llamada a las autoridades educativas para implementar acciones diferenciadas para atender las necesidades de diferentes poblaciones y construir un plan serio, con metas e indicadores, para compensar el posible rezago educativo.

El reto es enorme. Las decisiones que hoy se tomen en este sector marcarán la vida de casi 42 millones de mexicanos menores de 18 años que están en edad de aprender.

Le agradezco a Pablo Clark, especialista en temas de educación del IMCO, las cifras y el rebote de ideas para escribir esta columna.

Publicado por Expansión
09-11-2020