La participación del gobierno y empresarios de México en el Grupo de los 20 no garantiza los cambios necesarios para generar mayor crecimiento y bienestar en México. Pero, si utilizamos con inteligencia nuestra interacción directa con las 20 grandes naciones, podríamos aprovecharla para elevar la productividad y la calidad de vida de millones de personas.
Aunque los acuerdos no obligan a ningún país, su impacto en las políticas de México puede ser determinante.
El nuevo o nueva Presidente(a) y su gabinete encontrarán sobre sus escritorios, desde el primer día, que ya tienen compromisos de avances concretos en siete temas clave para el desarrollo del país. Se encontrarán también con que tienen contrapartes de 19 países presionando para concretar avances en fechas preestablecidas. Se toparán con que tienen una cita en Moscú en el 2013 con contrapartes esperándolos con listas de pendientes específicos.
Estar en el club de los 20 nos da mayor acceso a los recursos materiales y humanos y nos obliga a poner al corriente nuestras reglas del juego con las de países que tienen una productividad por persona ocupada de hasta cinco veces la nuestra. Mientras más rápido lo hagamos, más posibilidades tendrán las personas y las empresas de nuestro país de ser tan productivos como los países del grupo.
Pertenecer a un club de economías que son más abiertas al comercio, a la competencia y con mayores libertades económicas también es un dique contra presiones proteccionistas y contra retrocesos populistas. Encabezar el G-20 y el B-20 incrementa el costo político de dar marcha atrás con la apertura comercial, proponer devaluaciones competitivas, nacionalizar industrias o cualquier otra disminución de las libertades económicas.
El B-20 no se trata de buenos deseos. Se trata de una agenda organizada profesionalmente con metas e indicadores bien definidos. Se trata de responsables directos de su cumplimiento con contrapartes de gobiernos y empresas atentos a darles seguimiento.
Por ejemplo, el compromiso del grupo de eliminar gradualmente los subsidios a combustibles fósiles puede ser la clave para la eliminación del subsidio a las gasolinas en México.
La nueva administración enfrentará la presión de ese compromiso internacional combinada con la presión sobre las finanzas públicas de los cerca de 200,000 millones de pesos que nos estamos gastando en fomentar un mayor consumo de combustibles y la operación de motores poco eficientes.