Gracias a Wolfram Alpha sabemos que los principales idiomas que se hablan en el planeta son chino mandarín (1º), inglés (2º), Hindi (3º ) y español (4º).
1.055 miles de millones de humanos hablan chino, 760 millones inglés, 490 millones hablan hindi, y 417 millones hablamos español. El 16% de la población mundial se entiende en mandarín (aunque hay muchos tipos de idioma chino que comparten escritura pero cuya habla es ininteligible entre sí); el 11% de la población habla inglés y 6.2% español. Los mexicanos somos la cuarta parte de los que hablamos español, lo cual nos hace la mayoría nacional hispanoparlante más grande del planeta. (La reflexión inconexa de la semana: si somos mayoría, ¿por qué tenemos que hacerle caso a la RAE? Deberíamos tener nuestra propia academia).
Es más diciente el dato de cual es el porcentaje de población que habla el idioma por ser su lengua materna. En el caso del inglés, es 49%; los chinos; 83%; los hispanoparlantes, 96%. El dato inverso es escalofriante: 380 millones de personas aprendieron a hablar inglés sin ser su lengua materna, 179 millones aprendieron a hablar chino por alguna razón, y solamente 16.6 millones de personas decidieron aprender a hablar español.
El hindi es caldo aparte. Al parecer, hay 180 millones de hindiparlantes nativos y algo así como 490 personas que hablan la lengua. La mayoría de ellos son indios que hablan otros idiomas como el farsi. India tiene más de 850 lenguas autóctonas, pero el hindi no es el verdadero unificador del país; la lingua franca de los indios es el inglés. Algo parecido pasa con el mandarín: la mayoría de quienes hablan mandarín son gente cuya lengua materna es otro de las variantes del chino como el Wu que se habla en Shanghai o el cantonés.
Si la competitividad es la capacidad de los países para atraer inversión y talento como aseguramos en @imcomx, las regiones hispanoparlantes del mundo no hemos sido muy buenas en atraer talento, a juzgar por el número de gente interesada en comunicarse con nosotros en nuestra lengua. Quien decide hablar un idioma extranjero es normalmente una persona inteligente que buscó vínculos con otra cultura por razones de migración, negocios o expansión de sus horizontes de vida. Hay más gente interesada en aprender inglés, hindi o chino que español, porque las regiones que hablan esos idiomas son en donde está ocurriendo el progreso mundial. Incluso es posible pensar que haya más norteamericanos interesados en aprender árabe hoy en día, que español. En palabras de Moisés Naím, brillante internacionalista venezolano: Latinoamérica no es competitiva ni como amenaza.
El inglés ofrece ventajas competitivas interesantes. Es un idioma con una gramática relativamente simple que ha adoptado voces de todas las lenguas del planeta. Tiene mucha flexibilidad para incorporar nuevo vocabulario, al grado que no se parece ya en nada a la lengua de Shakespeare.
El chino tiene otras ventajas: la traducción al chino es sintética, por el uso de los ideogramas del sistema Han, cuya universalidad en Asia es milenaria. Wolfram Alpha dice que la traducción al chino implica 53% de la extensión de la idea original inglesa en promedio, mientras que la traducción al castellano implica 110%.
China tradicionalmente ha sido una gran influencia cultural para Asia. Por ejemplo, el Kanji de los japoneses es una versión simplificada del sistema Han. Es posible que la gran ventaja del chino pareciera estar en los números. Los números en el sistema latino-germano-inglés-castellano no tienen mucho sentido después del 10. De hecho, los numerales 11 al 15 en las lenguas occidentales no tienen consistencia ni sentido matemático; en las distintas variables de chino y japonés, herederos del sistema Han, la separación entre las decenas, centenas, millares y millones tiene sentido gramatical. El equivalente chino (o japonés) del número once es diez-uno, del doce diez-dos, del trece diez-tres, y así sucesivamente. En inglés, tampoco hace mucho sentido. El eleven de los ingleses viene del elf de los alemanes. Para mí, un elf es un homínido parecido al hobbit Frodo Baggins de la saga de Tolkien, no un número.
Y qué me dicen del quatre-vingts de los franchutes. Nunca se me hubiera ocurrido que cuatro-veinte fuera la mejor manera de decir ochenta en ningún idioma. Ergo, los chinos tienen incorporado el lenguaje de la ciencia desde la gramática.
La otra ventaja del chino está en la unicidad del significado de los ideogramas, que no da lugar a la ambigüedad en la comunicación. Por eso son más de 50 mil caracteres; ellos y sus combinaciones dicen cosas muy precisas, que no son sujetas a doble interpretación.
No solamente es relevante ser políglota (o poliscriptor) en lenguajes humanos. Ya hay una brecha entre los que hablan C++, economistich, o genómico, y el resto de la humanidad. Sin duda, los hispanoparlantes tenemos que percatarnos de esto y unirnos al resto del mundo en su policomunicación, o nos quedaremos aislados.