Diez años de rezago en la inversión

FOTO: GRACIELA LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

La semana pasada, durante la presentación del Pacic –Paquete contra la Inflación y la Carestía—el presidente le sugirió a Banco de México que no incrementara la tasa de interés para que hubiera más inversión. Cito: “… entre menos suban las tasas de interés, mejor para que haya inversión y tengamos crecimiento económico. Si hay crecimiento económico, hay empleos, si hay empleo hay bienestar, si hay bienestar, hay paz, hay tranquilidad”. Más allá de que no me parece correcto que el presidente haga peticiones a una institución autónoma presidida por una gobernadora que necesita validar su independencia sobre todo por la forma en la que fue postulada, habría que analizar a qué responde la inversión.

La apreciación del presidente es correcta, claro, grosso modo. La inversión —a nivel macroeconómico— depende de dos variables: el ingreso y la tasa de interés. Del primero depende positivamente, es decir, mientras mayor sea el ingreso más inversión se genera; y con la segunda, la relación es negativa, entre más alto sea el costo del crédito, se desincentiva la inversión. Pero también, y de una forma menos cuantificable, la inversión depende de las expectativas. Es ahí donde creo que radica la explicación más plausible para los datos de inversión que el país está observando.

Los proyectos de inversión suelen tener horizontes de mediano o largo plazo. La construcción de una fábrica, de un parque industrial o de una ensambladora de autos no se evalúan a plazos de un o dos años. Lo señalaba ayer Isaac Katz en su artículo en El Economista “los incrementos graduales de la tasa de fondeo a un día no afectarían mayormente a los proyectos de inversión que por su naturaleza tienen un horizonte de largo plazo”.

El dato más reciente de inversión fija bruta, correspondiente a febrero de 2022, mostró un retroceso de 3% frente a enero, borrando el avance que este indicador había tenido en los últimos meses de 2021 y el primero de 2022. La inversión fija bruta se encuentra en niveles similares a los que estaba en 2011. ¿A qué se debe esta caída? ¿Al covid? ¿Es la contracción económica de 2020 y la recuperación incompleta lo que la mantiene en ese nivel? ¿Es el ciclo de tasas alcista que inició en México en junio de 2021? ¿O son las expectativas de crecimiento, de estado de derecho y de cumplimiento de las reglas del juego lo que está afectando a uno de los indicadores macroeconómicos más importantes?

¿Qué es lo que cambiaría la decisión de un inversionista de poner una empresa en el país? ¿Un incremento de dos puntos porcentuales en la tasa de interés o la incertidumbre que generaría sobre los recursos y sus rendimientos un cambio en las reglas a la mitad del partido? Empresarios comentan que hay interés por México. No me sorprende. México tiene enormes oportunidades, sobre todo concentradas en el centro y norte del país y enfocadas en sectores específicos. Pero los datos están ahí y nos muestran que más allá del interés expresado los números nos cuentan una historia distinta, un rezago de al menos 10 años en la inversión.

Dejemos a Banco de México que haga su trabajo, de forma autónoma y sin mandarle mensajes. Pensemos mejor qué podríamos hacer para cambiar las expectativas y mejorar el ambiente de inversión. Veremos entonces que las cifras sí van a cambiar.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en El Universal.

10-05-2022