La educación es una de las claves para combatir la desigualdad

“El nieto de un carpintero de primaria inconclusa y una ama de casa sin más estudios que la primaria, hijo de una bióloga egresada de la UNAM, maestra de secundaria pública, va a dar una clase de posgrado en CUNY (la Universidad de la ciudad de Nueva York)”, anunció Luis Monroy-Gómez Franco, estudiante de doctorado en economía y asociado en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), en su cuenta de Twitter hace unos días.

Historias como la suya reflejan que la educación de calidad puede ser el elemento diferenciador para que más personas accedan a mejores oportunidades económicas y abandonen la pobreza. Por ello, uno de los objetivos de una agenda social ambiciosa debería ser lograr que más estudiantes obtengan educación que les permita, entre otras cosas, desarrollar capacidades y habilidades para ser más atractivos para el mercado laboral.

Sin embargo, en México, la prioridad educativa se ha limitado a incrementar la cobertura, entendida como que más niñas, niños y jóvenes acudan a la escuela. Así, mientras los años de escolaridad han aumentado, lo que saben las y los estudiantes mexicanos dista de lo que reflejan aquellos de otros países más avanzados.

La pandemia complicó esta situación, puesto que el modelo de educación a distancia no ha sido tan efectivo para generar conocimientos y retener estudiantes. Aunque no hay una medición oficial sobre el rezago educativo, la evidencia disponible muestra que este fenómeno es grave, sobre todo para las personas con menos recursos.

Mexicanos Primero junto con el Centro de Estudios Educativos y Sociales evaluaron a 2,000 estudiantes de entre 10 y 15 años del sureste del país y encontraron que casi 62% de la muestra no comprende un texto de cuarto de primaria y poco más de 88% no pudo resolver un problema de tercero de primaria.

El aprendizaje es como trabajar con bloques de construcción: si hay huecos en la base, la estabilidad de una torre se pone en riesgo. Por ello, los efectos de corto plazo afectan el futuro educativo de los estudiantes. Un estudio del CEEY muestra que si no se atiende la pérdida de conocimientos del cierre de clases presenciales, esta brecha puede aumentar con el tiempo hasta representar un atraso de entre 1.29 a 2.14 años respecto a los aprendizajes esperados, y hasta tres años para los niños en edad escolar del sur del país.

A pesar del panorama tan sombrío, el presupuesto del Gobierno Federal no reconoce la necesidad de invertir en educación de calidad. Si bien el presupuesto de educación aumentó en 1.9% en términos reales, los recursos se usarán para becas, salarios y el programa la Escuela Es Nuestra (transferencias directas para mejorar las escuelas). ¿En dónde quedó la capacitación docente? ¿Con qué apoyará la Federación a entidades y comunidades educativas para mejorar la calidad de las clases?

El problema es mayúsculo y aunque el Gobierno Federal es el rector del sistema educativo, otros niveles de gobierno pueden implementar acciones para superar la crisis educativa que ha generado la pandemia. Todo suma desde apoyar en la apertura de las escuelas que no han abierto hasta hacer evaluaciones para dimensionar el rezago y corregirlo. ¿Qué gobiernos estatales y municipales estarán dispuestos a involucrarse con acciones innovadoras para mejorar futuro de sus estudiantes?

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en Expansión.

22-11-2021