Un inesperado regreso a la escuela

FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

A partir de hoy, veremos en México que cada vez más niñas, niños y jóvenes regresan a clases presenciales, aunque sea para concluir este ciclo escolar. Hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador le dio instrucciones a la Secretaría de Educación Pública (SEP) para preparar el regreso a clases presenciales, sobre todo a nivel básico, de manera voluntaria.

Sin embargo, este anuncio pareciera haber tomado por sorpresa a la SEP y a las autoridades estatales. Es increíble que después de 44 semanas, con más de 300 días laborables, el Subsecretario de Educación Media Superior diga que “hay que recuperar la escuela primero”. ¿Por qué no se ha recuperado en estos meses? ¿De verdad nadie pensó que este día llegaría? ¿Tan poco importan las y los estudiantes?

Para cumplir con la orden del presidente, la SEP publicó una Estrategia Nacional que define los principios y mecanismos de coordinación para el regreso a clases. Además, se actualizó la Guía de Orientación para la Reapertura de las Escuelas, que a pesar de la evidencia más reciente sigue sugiriendo que las niñas y niños consuman los alimentos dentro del salón. Más aún, no es claro qué estados permitirán las clases presenciales ni bajo qué criterios. Todo esto ha generado un contexto de profunda incertidumbre para maestros, estudiantes y padres de familia.

La desidia y descoordinación de las autoridades son graves, e incluso irresponsables, porque el desafío es mayúsculo y, si no se maneja adecuadamente, sus consecuencias podrían ser determinantes para los estudiantes y sus familias.

La semana pasada, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) juntó evidencia disponible sobre las implicaciones de la crisis educativa en nuestro país y el resultado es preocupante. La pérdida de aprendizaje que se estima para México equivale a dos años escolares, lo que podría condenar el futuro profesional de los estudiantes.

El Banco Mundial calcula que por la pandemia el estudiante promedio podría perder hasta 8% de su ingreso durante toda su vida productiva. ¡Esto equivale a quitarle un mes de sueldo cada año!

Es importante hacer énfasis en que no todos los estudiantes sentirán estos efectos igual. Quienes durante la pandemia hayan aprendido menos o hayan olvidado más aprendizajes previos les costará más trabajo continuar con su educación o insertarse en el mercado laboral.

El estudio estima que al menos 2.1 millones de estudiantes, el 7% del total, no tuvieron acceso a dispositivos para tomar sus clases ni apoyo en casa, por lo que es muy probable que presenten un rezago académico mayor que el resto.

Esta evidencia debería ser razón suficiente para corregir el rumbo alrededor del sector educativo. Como dice Alexandra Zapata en el Washington Post , contar con educación pública de calidad debería ser la apuesta prioritaria de los gobiernos para cerrar la brecha de desigualdad. Esto tendría que verse reflejado en un mayor presupuesto.

A esto yo sumaría un llamado a los estados para que sean consistentes y transparentes en sus decisiones respecto al sector. Además, deberían aprovechar sus atribuciones para redoblar esfuerzos para diagnosticar y compensar el rezago educativo en sus territorios.

La crisis educativa en México podría ser la secuela más drástica que nos deje la pandemia, sobre todo para las familias de menores ingresos. La única forma de combatirla es invirtiendo más en las personas, aunque esto implique dejar de comprar fierro viejo.

Publicado en Expansión

07-06-2021